El esloveno vence una Liège-Bastogne-Liège que el flamante campeón del mundo había celebrado antes de tiempo
Formas de perder hay muchas. De todos los colores, clases y sensaciones. Desde las más crueles e injustas, esas que uno no es capaz de olvidar en mucho tiempo —quizá nunca— hasta las más inverosímiles y ridículas, algunas de las cuales son difíciles de perdonarse a uno mismo.
Este domingo 4 de octubre hemos asistido a una de estas últimas derrotas. Una derrota monumental, por cierto. Por la fecha sería complicado averiguar que estamos hablando de Liège-Bastogne-Liège si no contáramos con el contexto del extraño año del coronavirus en el que nos encontramos.
Podemos viajar directamente hasta el último kilómetro de los exigentes 258 con los que contaba esta clásica belga. Un reducido cuarteto formado una vez más por varios de los ciclistas en mejor forma al final del Tour —Julian Alaphilippe (DQT), Marc Hirschi (SUN), Tadej Pogacar (UAD) y Primoz Roglic (TJV)— al que llegaba in extremis Matej Mohoric (TBM) —tres eslovenos entre los cinco primeros, ojo— estaba dispuesto a jugarse la victoria en un reducido esprint final en la ciudad de Lieja.
Alaphilippe, que disfrutaba del olor a nuevo de su maillot de campeón del mundo, había corrido a la perfección hasta entonces, llevando la carrera por donde quiso, aunque sin ser capaz de soltar a sus más directos rivales en la última cota del día. Sin embargo, en los últimos metros parecía un ciclista completamente diferente, desconcentrado y nervioso por el final de la prueba. Los bandazos que dio, primero al mirar hacia atrás y, más tarde, al lanzar el esprint, cerrando a un Hirschi que iba muy decidido —y con serias opciones de victoria— son prueba de ello. Unas maniobras irregulares por las que, por cierto, acabó minutos más tarde relegado a la última plaza del grupo cabecero (la quinta).
Pero no acabó la cosa ahí. La que parecía su gran oportunidad de estrenar el jersey arcoíris por todo lo alto, con una victoria en un monumento, se convirtió en el primer ridículo del campeón del mundo de 2020. Antes de rematar el esprint final que iba liderando, el francés ya era presa de la euforia y levantaba los brazos mientras Roglic se exprimía y le adelantaba en plena línea de meta. Alaphilippe pasó de Moreno Argentin, último ganador de Lieja con el arcobaleno (1987), a Erik Zabel, a quien se le escapó la Milán-San Remo de 2004 por celebrarla antes de tiempo. La maldición del arcoíris es real. ¿O esta vez ha sido él solito quien se lo ha buscado? Hablemos entonces de la soberbia del arcoíris.
Roglic se saca la espinita del Tour

Más allá de la mala pata del francés, capaz de lo mejor y de lo peor, cuyo episodio en Lieja será recordado una y otra vez por medios que probablemente no se habrían interesado ni la mitad por la carrera si hubiera ganado, este domingo se han visto las dos caras de la moneda.
La de Primoz Roglic en La Planche des Belles Filles es una de esas otras derrotas, esas que son crueles y complicadas de olvidar. De esas que te cuestan un Tour y años de vida. Tras la hecatombe de aquella contrarreloj individual en la que fue barrido por su compatriota Pogacar, Roglic podría haberse vuelto a Eslovenia y quedado allí recluido sin comunicarse con nadie, lamentando su existencia. Sin embargo, el exsaltador de esquí no perdió el ánimo y lo dio todo en el Mundial de Imola. Y tampoco se dio por vencido cuando no rascó medalla en Italia, acudiendo a Lieja peleón y con hambre de victoria.
Este monumento del ciclismo llega en circunstancias excepcionales tanto por la fecha en que se ha disputado como por los condicionantes de un final de carrera en el que Hirschi parecía superior. No obstante, cierra —y de qué manera— el círculo de un ciclista campeón que este verano palpó la gloria del amarillo francés y, gracias a su tenacidad, actitud combativa y gran estado de forma, ha sido capaz de resarcirse en una clásica tan prestigiosa como la Decana, a pesar de la formidable participación que, al contrario que otras carreras, presentaba en esta edición de 2020.
Ha quedado visto y comprobado que estamos en un año absolutamente loco en el que puede pasar de todo. Una impredecible temporada en la que las clásicas de primavera se disputan en otoño, se repiten estampas como la de Lemond y Fignon en el Tour del 89 o la de Zabel en San Remo en 2004… y en la que, a pesar de todo, el que la sigue la consigue.
Clasificación
- Primoz Roglic (TJV) 6 h 32 min 2 s
- Marc Hirschi (SUN) m. t.
- Tadej Pogacar (UAD) m. t.
- Matej Mohoric (TBM) m. t.
- Julian Alaphilippe (DQT) m. t.
- Mathieu van der Poel (AFC) a 14 s
- Michael Woods (EF1) a 14 s
- Tiesj Benoot (SUN) a 14 s
- Warren Barguil (ARK) a 14 s
- Michal Kwiatkowski (IGD) a 14 s
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